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Hobbes y la persona del Estado | Profesor Quentin Skinner
1)Una buena historiografía y definición de trabajo del nacionalismo la proporciona Anthony D. Smith, The Nation in History: Historiographical Debates about Ethnicity and Nationalism (Hanover, NH: University Press of New England, 2000), p. 3: “un movimiento ideológico para la consecución y el mantenimiento de la autonomía, la unidad y la identidad en nombre de una población que algunos de sus miembros consideran que constituye una “nación” real o potencial”. El presente estudio no pretende intencionadamente resolver los debates sobre las definiciones ni ofrecer una historia intelectual exhaustiva del nacionalismo, la nación o el Estado. En su lugar, este artículo se dedica a demostrar que la contestación sobre la naturaleza humana y la política de identidad, actualmente asociada al Estado moderno, precedió de hecho a la era de Westfalia y que Maquiavelo y Rousseau ofrecen importantes perspectivas sobre esta contestación.
2) El trabajo de una generación anterior de estudiosos del nacionalismo, como Hayes (Carlton J. H. Hayes, The Historical Evolution of Modern Nationalism, Nueva York: Russell & Russell, 1931) y Kohn (Hans Kohn, The Idea of Nationalism, Nueva York: Macmillan, 1944), mencionaron más a menudo la importancia de las filosofías de Maquiavelo y Rousseau. Algunos teóricos políticos han explorado las obras de Maquiavelo y Rousseau en el contexto del desarrollo del nacionalismo; véase, por ejemplo, Felix Gilbert, “The Concept of Nationalism in Machiavelli’s Prince”, Studies in the Renaissance 1 (1954); Anne M. Cohler, Rousseau and Nationalism (Nueva York: Basic Books, 1970). Sin embargo, los estudios recientes sobre el nacionalismo apenas tienen en cuenta a Maquiavelo y a Rousseau, y no hay una comparación clara de sus ideas sobre el tema.
TEORÍA POLÍTICA – Nicolás Maquiavelo
El carácter y el papel del legislador en un tipo de gobierno perfecto son temas comunes en el pensamiento de dos de las grandes mentes de la filosofía occidental: Maquiavelo, que escribió durante la época del Renacimiento, y Jean Jacques Rousseau, que escribió durante la Ilustración. Se pueden encontrar tanto diferencias como similitudes en las ideas que ambos pensadores utilizaron para describir al legislador ideal. Ambos sostienen que la autoridad no debe descansar en la mano de un solo hombre, pero ambos dan diferentes razones para ello. Maquiavelo dice que “muchos deben permanecer a cargo del Estado” para garantizar la estabilidad y hacer que dure mucho tiempo porque, de lo contrario, habrá si “tiranía” o “anarquía”; Rousseau cree que “el legislador” no debe ser la única autoridad y no se le debe conceder ningún derecho legislativo con el fin de proteger “la voluntad general” del pueblo, porque de lo contrario el legislador “tendría la tentación de actuar según su “voluntad privada” y destruir la “voluntad común” (Maquiavelo 2012, p.356 y Rousseau 2012, p.572).
En cierto sentido, la teoría política es un subcampo de la disciplina de la ciencia política, que coexiste con otras ramas de la investigación política como la política comparada, las relaciones internacionales y la política americana. Pero en otro sentido, la teoría política parece bastante única respecto a los demás subcampos, ya que puede considerarse la forma más antigua y fundamental de investigación política. Es una investigación filosófica sobre el significado político que pone al descubierto las cuestiones más fundamentales de la experiencia humana.
La teoría política, por tanto, no se limita a estar al lado de otras ramas, sino que puede considerarse fundacional de la disciplina de la ciencia política, la fuente de todas las demás formas de investigación política. De hecho, lo que parece estar por debajo de la práctica de la investigación en los otros subcampos de la ciencia política son cuestiones y conocimientos fundamentales que llegan al corazón de lo que llamamos teoría política.
En otro sentido, la teoría política en una formación de grado implica la lectura de las grandes obras históricas de la filosofía política y la reflexión sobre las cuestiones y las ideas que se encuentran en ellas. Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Hobbes, Locke, Rousseau, Mill, Marx, Nietzsche, Arendt y Rawls: estos pensadores canónicos son los pilares de la filosofía política occidental y es esencial que todo estudiante de ciencias políticas conozca sus ideas. Esto hace que la teoría política sea única entre la meta-disciplina más amplia de las ciencias sociales: sería raro que en las clases de psicología se asignaran lecturas de Freud o en las de economía se asignaran lecturas de Adam Smith o Karl Marx. ¿Por qué la teoría política se remonta a obras históricas, a menudo polvorientas, a siglos de distancia de nuestro tiempo? La respuesta es que muchas de las cuestiones que se plantean en esas obras históricas siguen estando muy presentes entre nosotros. Los problemas políticos del presente nos llaman constantemente a cuestiones fundamentales. Recordemos la pregunta con la que comenzó este libro: ¿qué es la justicia? Esta pregunta intemporal surge en nuestra vida política todos los días, obligándonos a preguntar, reflexionar y perfeccionar nuestra concepción de lo que es justo y cómo puede lograrse.
En filosofía, economía y ciencias políticas, el bien común (también mancomunidad, bienestar general o beneficio público) se refiere a lo que es compartido y beneficioso para todos o la mayoría de los miembros de una comunidad determinada o, alternativamente, lo que se consigue mediante la ciudadanía, la acción colectiva y la participación activa en el ámbito de la política y el servicio público. El concepto de bien común difiere significativamente entre las doctrinas filosóficas[1] Las primeras concepciones del bien común fueron expuestas por los filósofos de la antigua Grecia, entre ellos Aristóteles y Platón. Una concepción del bien común arraigada en la filosofía de Aristóteles sigue siendo de uso común hoy en día, refiriéndose a lo que un erudito contemporáneo llama el “bien propio de la comunidad y alcanzable sólo por ella, pero compartido individualmente por sus miembros”[2].
El término “bien común” se ha utilizado de formas muy dispares y escapa a una definición única. La mayoría de las concepciones filosóficas del bien común se clasifican en una de las dos familias: sustantiva y procesal. Según las concepciones sustantivas, el bien común es lo que comparten y beneficia a todos o a la mayoría de los miembros de una comunidad determinada: las concepciones sustantivas particulares especificarán con precisión qué factores o valores son beneficiosos y compartidos. Según las formulaciones procedimentales, por el contrario, el bien común consiste en el resultado que se consigue mediante la participación colectiva en la formación de una voluntad compartida. Es cuando unos y otros respetan la dignidad y los derechos de los demás.