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¿Sigue viva Lucía de Fátima?
La historia de un famoso milagro en Fátima, Portugal, comenzó en mayo de 1917, cuando tres niños (de 7, 9 y 10 años) afirmaron haber encontrado a la Virgen María cuando volvían a casa de cuidar un rebaño de ovejas. Los niños afirmaron haber encontrado a la Virgen María cuando volvían a casa de cuidar un rebaño de ovejas. La última aparición de María, el 13 de octubre de 1917, fue la más conocida.
Francisco y Jacinta Marto murieron a consecuencia de la epidemia mundial de gripe que comenzó en 1918 y se extendió por todo el mundo. Francisco Marto murió en su casa el 4 de abril de 1919, cuando tenía 10 años. Jacinta murió el 20 de febrero de 1920, a la edad de nueve años, en el Hospital Infantil Reina Estefanía de Lisboa. Se cree que fueron enterrados en el Santuario de Fátima.
Lucía de Siracusa (283-304), comúnmente conocida como Santa Lucía (en latín: Sancta Lucia) o Santa Lucía, fue una mártir cristiana que murió durante la Persecución Diocleciana. Nació en Siracusa, Italia. Varias denominaciones cristianas, como la católica, la anglicana, la luterana y la ortodoxa, han designado a María como santa.
La causa de la muerte de Sor Lucía
El padre De Marchi describió sus rasgos de la siguiente manera: “No era una niña bonita. El único atractivo de su rostro -que no era en general repelente- eran sus dos grandes ojos negros que salían de debajo de unas gruesas cejas. Su cabello, espeso y oscuro, estaba dividido en el centro sobre los hombros. Su nariz era más bien chata, sus labios gruesos y su boca grande”[6].
Volvió a Fátima con motivo de cuatro peregrinaciones papales -todas ellas el 13 de mayo-, primero la de Pablo VI, en 1967, y la de Juan Pablo II, en 1982 (en agradecimiento por haber sobrevivido a un intento de asesinato el año anterior), 1991 y 2000, cuando fueron beatificados sus primos Jacinta y Francisco. El 16 de mayo de 2000, regresó inesperadamente a Fátima para visitar la iglesia parroquial.
Murió el hermano de Lucía, Manuel
El lugar de enterramiento de Fátima se refiere a la incertidumbre sobre el lugar de descanso de Fátima. Fátima fue la hija del profeta islámico Mahoma y esposa de Alí, el cuarto califa después de Mahoma y también el primer imán chií[1].
La muerte de Fátima, ocurrida seis meses después del fallecimiento de Mahoma, es objeto de controversia[2]. El islamismo suní sostiene que Fátima murió de pena[3]. Sin embargo, el islamismo chiíta considera que el aborto y la muerte de Fátima son el resultado directo de las heridas que sufrió durante un supuesto asalto a su casa, ordenado por el primer califa, Abu Bakr[4]. La pareja y sus partidarios sostenían que Alí era el legítimo sucesor de Mahoma, nombrado por éste en el acontecimiento de Ghadir Khumm[5].
Está bien documentado que el último deseo de Fátima fue que Abu Bakr no asistiera a su funeral[6]. Fue enterrada al amparo de la oscuridad y su lugar exacto de sepultura sigue siendo desconocido hasta hoy[7] Este artículo describe las circunstancias históricas del entierro secreto de Fátima y su incierto lugar de descanso.
Santa Lucía de Fátima incorrupta
Durante la Primera Guerra Mundial, el Papa Benedicto XV hizo repetidas pero desesperadas súplicas por la paz, y finalmente, en mayo de 1917, hizo un llamamiento directo a la Santísima Madre para que intercediera por la paz en el mundo. Poco más de una semana después, la Virgen comenzó a aparecerse en Fátima, Portugal, a tres niños pastores, Lucía dos Santos, de 10 años, y sus primos, Francisco y Jacinta Marto, de 9 y 7 años. Fátima era un pequeño pueblo situado a unos 70 kilómetros al norte de Lisboa.
Sin embargo, en la primavera del año anterior, 1916, los niños tuvieron su primer encuentro sobrenatural como medio de preparación para sus encuentros con la Reina del Cielo. Un día, mientras cuidaban las ovejas, vieron a un joven de una belleza deslumbrante, aparentemente hecho de luz, que les dijo que era el Ángel de la Paz. Más tarde, durante el verano, el ángel se les volvió a aparecer y les animó a rezar y hacer sacrificios para atraer la paz a su país. Se presentó ante ellos sosteniendo un cáliz en sus manos, sobre el que estaba suspendida una hostia de la que caían gotas de sangre en el cáliz. El Ángel dejó el cáliz suspendido en el aire y se postró ante él en oración. Les enseñó una oración de reparación eucarística y entregó la hostia a Lucía y el cáliz a Francisco y Jacinta, diciendo: “Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Cristo”: “Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajados por hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios”. Luego se postró de nuevo en oración antes de desaparecer. Los niños no contaron a nadie estas visitas del Ángel, sintiendo una necesidad interior de callar estos acontecimientos.